Por Mariana Rodríguez Barreno

Lamentable es el hecho que desde algunos días ensombrece los días de verano en Lima: el terrible saqueo de la Biblioteca Nacional del Perú. Esta semana se descubrió la pérdida de importantes documentos y libros antiguos de la colección del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional, dentro de los que se encuentran testimonios de cronistas de los siglos XV y XVI, microfilms, etc. Se calcula que los libros perdidos son más de 600, según información de medios periodísticos. Este acontecimiento nos hace reflexionar sobre los valores de los ciudadanos y hasta qué punto nosotros somos responsables por nuestro patrimonio cultural. Sin embargo, esta historia no debería sorprendernos, porque la responsabilidad de los peruanos sobre nuestro patrimonio ha sido demostrada numerosas veces en el pasado, con actos vandálicos en sitios arqueológicos como la ciudadela de Chan Chan, el daño sufrido por el Intihuatana durante una filmación, la destrucción parcial de la Huaca San Marcos durante el gobierno de Leguía, etc. Es verdaderamente vergonzoso que documentos tan valiosos para nuestra identidad se pierdan, cuando lo más probable es que estos libros se encuentren actualmente en el mercado negro, buscando su camino para convertirse en parte de alguna colección privada, donde el único bien que servirán será aumentar el ego de alguien que no merece llamarse amante de la cultura. Creemos que la cultura no es una competencia por acumular bienes exclusivos. La biblioteca, el espacio público, deben servir como vitrina, para que todos los ciudadanos accedan por igual a piezas claves para entender y sentirse orgullosos de lo que es ser peruanos. Esta no es, desgraciadamente, la primera vez que la Biblioteca Nacional del Perú sufre por un robo. Durante la Guerra del Pacífico (1879), la biblioteca sufrió a manos de un grupo de soldados chilenos, que no encontró mejor manera de afirmar la derrota peruana en el conflicto, que saquear la biblioteca de sus más preciados documentos. Fue labor de un ilustre peruano, Ricardo Palma, iniciar el proceso de devolución y restauración de la Biblioteca a su estado original. Hasta el día de hoy, sin embargo, no se tiene un registro exacto de todos los libros perdidos. Pero el Perú no es el único caso de vandalismo cultural, situaciones similares se han presentado en países como México, Venezuela e Irak. Creemos que es necesario poner un punto final a esta situación. Vivimos en el siglo XXI, con recursos tecnológicos que superan cualquier ficción ideada por Verne, sin embargo, aún existe, a nivel de nación, una falla intrínseca en nuestra visión de la moral. Creemos que tenemos cosas sobre las que enorgullecernos, y sin embargo, cuando se trata de preservarlas, de estudiarlas para comprender los difíciles caminos tomados para definir nuestra identidad como nación, fallamos. La persistencia de estos delitos no ayuda sino a borrar nuestra historia común, aquella responsable del adjetivo peruano. Sin referentes culturales, estamos condenados a olvidar y a olvidarnos. Esperamos que las autoridades tomen el caso con la seriedad que amerita, y del mismo modo que con un secuestro, dediquen todos sus recursos para resolverlo. Es la tarea de los investigadores convencer al público, educarlo, pues de nada sirve el progreso económico si es que no es acompasado por una mejora en la cultura, en la preservación de sus joyas y en la celebración, por parte de toda la nación, de su existencia, de manera democrática y abierta. Debemos recordar que las bibliotecas son como museos, pues atesoran aquellos rastros de nuestra identidad que debemos estudiar, conocer, y preservar.